El romantico, se despertaba bajo una capa de petalos rojizos y azulados, con una fina y fresca rafaga de viento ahumado que discurria entre los velos sinuantes y relajados, que colgaban de la ventana. descubriendo el amanecer, cantando la naturaleza y susurrando las hierbas y petalos de las flores al nuevo día. Desperté.
Sobre mi costado el viento se posó, acto seguido me erguí y con mi espuma blanca vislumbre la playa sobre la que me tumbé. La arena estaba caliente y seca, siseante me metí en ella y ella en mi. Y desaparecí.
El romántico se asomó a la ventana, apoyando sus brazos en barandilla fria llena de rocío. El papel mojado se enrrollaba en los dedos y el tabaco aromatico se sumergía entre ellos. Sabía a miel. Dulce cigarro.

