martes, mayo 12, 2009

El paisaje me enamoró, cada paso, cada hoja, cada flor que encontrábamos me hacía derretir, por eso no me surgían palabras, por ello ahora en mi memoria todo cobra sentido y en el corazón me brotan nuevas ideas, nuevos versos, nuevas canciones. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Empecemos: estaba el camino húmedo, empapado de agua limpia; el río con su color verde azulado, hermoso, relajante y fresco. Me acuerdo de la niña que intentaba con todas sus fuerzas desde la orilla tocar el cielo suavemente mientras recorría con sus dedos la orilla. Los árboles caían despacio, lentamente sobre las aguas, parecía que quisieran verse reflejados en ella y muchos lo conseguían. Sus compañeros más hacia el interior del bosque se tenían que conformar con una vista lejana y con un agua más cálida. Pues la frescura del río era un bien preciado de pocos. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Me acuerdo mucho del río, en nuestro paseo nos detuvimos muchas veces a contemplarlo, como si fuera un universo, una puesta de sol... fluía, corría, serpentinas de espuma se mezclaban con los perfumes de la primavera. Tus cabellos querían imitarlas y a remolinos iban y venían, largos, sedosos, ... _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Seguimos por el camino hacia el puente, desde allí pudimos observar las dos orillas, los árboles de uno y otro lado eran distintos, unos tenían el privilegio de estar al sur y se calentaban día tras día en verano con el sol y en invierno se mecían con la lluvia, se empapaban y crecían. Pero otros mas delgados y débiles estaban en la orilla norte, en verano mas fresquita y en invierno congelante. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Desde el puente mirando hacia el cielo, ese azul intenso, azul índigo. Azul que dejaba ver los pajarillos volando, golondrinas, jilgueros... cánticos de cielo. Es mes de mayo, cantan para nuestra madre del cielo. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Después de unas sonrisas y pocas palabras continuamos hacia el castillo que oculto entre los bosques nos esperaba.